OFRÉCETE…
En todo camino, proceso, carrera,… uno elige la meta y el destino en función de diferentes variables…
Hay quien decide no “ir más allá” porque reconociendo sus debilidades se entiende no poder continuar y “hasta aquí hemos llegado”. Hay quien se decide a forzar la máquina contra cansancios, posibles “lesiones” y contratiempos con tal de “llegar más lejos”… y luego, por supuesto hay quien se rinde antes de haber empezado a caminar y entre la pereza, el miedo o la indolencia, simplemente se queda ahí… o quien por el contrario, nunca mide sus fuerzas y no es capaz de llegar a ningún sitio, quedándose a mitad de camino, en cualquier parte…
Todos somos alguna de ésta actitudes alguna vez… por eso y sabiendo que en el equilibrio está la virtud… nunca podemos dejar de hacer un doble ejercicio: de reconocimiento y de apuesta…
Reconocer que no somos superhéroes por mucho que quisiéramos, nos posibilita ser realistas y lo que es más: auténticos… quien se ofrece reconociendo con humildad sus limitaciones (ojo, con humildad y no usándolas como excusa) es capaz de vivir y de darse con verdadera autenticidad.
Y apostar… quien es capaz de, aun viendo la dificultad del camino, afrontar el riesgo y buscar la forma de superarlo, tiene a su disposición una de las herramientas más poderosas que existen: la del inconformismo y resolución de problemas…
El equilibrio entre reconocer y apostar debe ser siempre capitaneado por un estilo de disponibilidad y ofrecimiento que cambia la óptica sobre todas las cosas…
Ni aferrarse al “no puedo” ni anclarse al “puedo con todo” son buenas actitudes como leit motiv de vida. Pero la disponibilidad, el saberse ofrecer oportuna y generosamente, nos dota de ese realismo y autenticidad que predispone al cuerpo a medirse, evaluarse, respetarse y conocerse.
La pregunta en cada paso no debería ser entonces ¿hasta dónde puedo llegar? O seré capaz de hacerlo? O …
Sino más bien ¿Estoy dispuesto a ofrecerme? ¿Hasta dónde me quiero donar? ¿Estoy disponible? ¿Me doy?
Porque entonces todo se colocará solo… si mi actitud es de ofrecimiento… cada propuesta, cada sueño, cada paso siguiente que dar,… contará conmigo. Eso es, conmigo: con todo lo bueno y malo, cada luz y cada sombra, incluso con mis perezas, faltas de fuerzas, desganas…
Todo puede ser de luz si uno lo ofrece.
Darse es también confiar en el otro. Se nos olvida a menudo. Confiar en quien ha confiado en ti. Nadie que te quiere te desea algo que no puedas cargar, ni agobiarte, ni estresarte,… si tú te quieres, tampoco te lo pedirás…
Ofrécete como eres, sin disfraces, sin disimular, sin difuminar dificultades… pero ofrécete.
Y cuando veas que no puedes, que no llegas, que todo se tuerce… ofrécete y pide fuerzas y luz…
Justo porque tienes capacidad para reconocerte y palparte, tienes capacidad para convertir cada imposible en viable si te das.
Puedes leer… sal 139 ó Lc 21, 1-4
Oración
Letra y Música: Álvaro Fraile
Mi fuerza y mi desgana
y cada vez que dudo.
Mis ruinas, mis fantasmas
cuando me derrumbo.
Mi risa y mi nostalgia
y todas mis miserias.
Mi suerte y mis alas,
mi precio en oferta.
Mi instinto y mi consuelo
todas mis torpezas.
Mi carga y mi silencio
y la imprudencia.
Los días que me pesan
y el tiempo que perdona
mi sueño, mi pereza
y cuanto se acomoda
Mi tiempo y contratiempo
idas y venidas.
Todo lo que no entiendo
y mi alegría.
Tus planes mis deseos
cuando no están cerca.
Todo esto te lo ofrezco
haz tú lo que puedas
Por cada gesto tuyo que estoy yo,
cada renglón torcido de tu amor,
te doy mi ingratitud…
a ver si la conviertes tú en luz.